"Mi querida más fiel fue la esperanza, que me suele engañar y no me deja"
-Ramón de Campoamor-
“La esperanza nunca muere”. Esa es una frase frecuentemente recurrida en los momentos en que se brinda solidaridad o se quiere impregnar valor. Pero también se usa cuando alguien está en momentos críticos en el orden económico, de salud o sentimental, o todos a la vez. Incluso en aquellos momento en que Dios tiene en sus manos el “liquid paper” para borrarnos de la lista de los vivos.
Esa tan recurrida frase ha tenido la virtud de levantar del suelo a muchas personas, ha logrado quitar armas de fuego de las sienes a vivientes que sienten que el mundo se les viene encima. Ha hecho levantar la frente de los que creen que todo se ha terminado. También ha logrado poner un brillo de felicidad en los ojos del o la que cree y lucha por un amor imposible.
Pero también “la esperanza” se ha ido perdiendo, se ha ido muriendo. Mejor dicho, la han ido “matando”.
Y no la han estado matando los desfallecidos, ni aquellos desheredados de la riqueza, ni los desafortunados del amor. Lo han estado matando aquellos que conociendo su valor, su fuerza e incidencia hacen uso manipulado de ella.
Los que planean mantener a los demás en la miseria para que estén a sus pies “esperanzados” en ellos.
Los políticos que ofrecen y te pintan un futuro encantador a sabiendas de que no vendrá, porque ellos así lo quieren.
Los políticos que te dan su número telefónico y luego, ya realizados, no te toman las llamadas pero que tu, con “esperanza” de que algo bueno aparecerá, te ves en la obligación de tomarle la de ellos.
La están matando los que concientes de que te han fallado vuelven y te llaman y te dicen que “algo nuevo hay para ti pero que primero le resuelva tal coso”” y esa "esperanza" te hace en vano otra vez ceder.
Esos la están matando. Esos le están quitando le brillo, la ilusión y los sueños a los que se esfuerzan con la “esperanza” de un mañana mejor.
-Ramón de Campoamor-
“La esperanza nunca muere”. Esa es una frase frecuentemente recurrida en los momentos en que se brinda solidaridad o se quiere impregnar valor. Pero también se usa cuando alguien está en momentos críticos en el orden económico, de salud o sentimental, o todos a la vez. Incluso en aquellos momento en que Dios tiene en sus manos el “liquid paper” para borrarnos de la lista de los vivos.
Esa tan recurrida frase ha tenido la virtud de levantar del suelo a muchas personas, ha logrado quitar armas de fuego de las sienes a vivientes que sienten que el mundo se les viene encima. Ha hecho levantar la frente de los que creen que todo se ha terminado. También ha logrado poner un brillo de felicidad en los ojos del o la que cree y lucha por un amor imposible.
Pero también “la esperanza” se ha ido perdiendo, se ha ido muriendo. Mejor dicho, la han ido “matando”.
Y no la han estado matando los desfallecidos, ni aquellos desheredados de la riqueza, ni los desafortunados del amor. Lo han estado matando aquellos que conociendo su valor, su fuerza e incidencia hacen uso manipulado de ella.
Los que planean mantener a los demás en la miseria para que estén a sus pies “esperanzados” en ellos.
Los políticos que ofrecen y te pintan un futuro encantador a sabiendas de que no vendrá, porque ellos así lo quieren.
Los políticos que te dan su número telefónico y luego, ya realizados, no te toman las llamadas pero que tu, con “esperanza” de que algo bueno aparecerá, te ves en la obligación de tomarle la de ellos.
La están matando los que concientes de que te han fallado vuelven y te llaman y te dicen que “algo nuevo hay para ti pero que primero le resuelva tal coso”” y esa "esperanza" te hace en vano otra vez ceder.
Esos la están matando. Esos le están quitando le brillo, la ilusión y los sueños a los que se esfuerzan con la “esperanza” de un mañana mejor.
