El dominicano Hanley Ramírez, de Boston, posa con su carro de colección, luego de pagar US$35 mil para ser personalizado |
Una de las competiciones más cortas, feroces y costosas del béisbol comenzó con un poco de espionaje. En una mañana de marzo de 2014, en el camerino de entrenamiento primaveral de los Dodgers, Juan Uribe estaba riendo de contento.
Hablaba por teléfono sin ambages con su agente de autos con respecto a comprar un Ferrari 458 Italia valorado en US$250,000 y personalizarlo de manera que se convirtiera en la envidia de todos en el estacionamiento de peloteros.
Hanley Ramírez, ubicado convenientemente cerca como para escuchar la conversación, no estaría dispuesto a dejar las cosas así.
Rápidamente tomó el teléfono y adquirió el mismo modelo, en blanco, y le agregó una nueva carrocería, ruedas, sistema de sonido y asientos.
El Ferrari estaba listo (y publicado en Instagram) antes que el compañero de equipo y paisano de Ramírez pudiese finalizar sus planes.
Lucha de egos
Uribe estaba molesto y sin poder conseguir consuelo. Eso era lo que se temía cuando le presentó a Ramírez a un hombre de nombre Alex Vega, que personaliza autos para casi 300 peloteros profesionales.
Ramírez siempre tuvo los mejores automóviles, los más costosos y distinguibles cuando jugaba para los Marlins. Luego, fue cambiado a los Dodgers en el verano de 2012 y encontró un gran adversario en Uribe.
“Hanley me sigue molestando por haberte conocido”, Uribe le comentó un día a Vega. “Por favor, no hagas sus autos de la misma forma como haces los míos”.
En menos de cinco años, Ramírez tuvo 32 autos personalizados en el taller de Vega, The Auto Firm. Varias de esas compras han sido inspiradas por su deseo incansable de molestar al querido y volátil Uribe.
Ramírez compró el 458 solamente porque sabía la forma en la cual Uribe quería uno de esos autos. Cuando Uribe respondió con un 458 convertible, disparando el precio por cerca de $30,000, Ramírez adquirió un Lamborghini Aventador convertible, un auto con precio de venta cercano a los $500,000 y luego gastó otros $30,000 en personalizaciones.
Uribe mostró su cansancio. Jaque mate. “Déjenlo que gaste su plata”, Uribe finalmente le dijo a Vega. “Ya no estoy metido más en este juego”.
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