Usain Bolt |
El estadounidense le robó el protagonismo desde un principio, en busca de la sorpresa mundial, pero el olimpo está diseñado para los dioses y Bolt es el de la velocidad.
El jamaicano no rompió ningún récord mundial (9.58) tampoco olímpico (9.63), pulverizó en casi dos segundo la ventaja que tenía Gatlin quizá hasta los primeros 70 metros.
Entonces la espigada figura, la fuerza y vigor trabajaron como una locomotora en los músculos de Usain, que comenzó a tragarse el tartan azul del Estadio Olímpico. Era ensordecedor.
Bolt-Gatlin, Gatlin-Bolt. No más espacio para la gloria. El caribeño cazó a su rival en los últimos metros. El esfuerzo del neoyorquino hacia parecer que le alcanzaría hasta el final, pero Bolt estaba preparado para la gloria.
Las zancadas de Usain parecían resortes que lo impulsaban a la victoria. Los segundos finales, cual guepardo en su hábitat alcanzó a su rival y lo rebasó en forma impresionante para dirigirse a los laureles.
Los gritos ensordecedores del estadio estallaron como explosivos. Una zancada de diferencia sacó Bolt. Gatlin puso alto al reloj en 9.89 segundos. El esfuerzo le alcanzó para llevarse la plata, más no el campanazo de imponerse al favorito mundial.
Detrás llegó el bronce del canadiense Andre de Grasse, cobijado por el escándalo de los cerca de 47 mil personas que horas antes habían abarrotado el Estadio Olímpico sólo en busca de ver en un abrir y cerrar de ojos a Bolt.
Usain volvió a hincarse, oró por unos segundos, repitió el secreto de su éxito. Se persignó. Volvió su mirada al cielo y levantó la mano derecha al cielo en señal de triunfo, mientras jamaicanos ondeaban su bandera con orgullo.
Mostró varias veces su playera con su nombre. El rey de la velocidad sigue su reinado por cuatro años más. El rayo llamado Bolt tronó e iluminó la noche en Río. Los casi 10 segundos más vibrantes de muchos días de competición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario