Ötzi estuvo cinco mil años atrapado en la nieve hasta que un día de
septiembre de 1991 dos desprevenidos turistas se dieron de narices con
él en un glaciar alpino. El susto fue mayúsculo y no era para menos: el
extremo frío del Valle de Ötz, en la frontera austroitaliana, había
conservado el cuerpo casi intacto, tanto que la primera presunción fue
que correspondía al de un hombre moderno.
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